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Camino a Nazca Quito - Ecuador
na: la cuestión es qué tan interesante nos resulta. cruzando me sentí cada
Cada tanto, cuando el lugar era interesante, me detuve unas vez más cercano a su
semanas para interiorizarme en su cultura, interactuar con pueblo. Es que hay un
su gente y, claro, descansar. Estos podían ser pueblos ínfi- cariño mutuo entre co-
mos o grandes ciudades, ambos tuvieron su encanto. lombianos y argentinos, y
El camino me fue llevando y la gente me fue guiando. Crucé se deja ver muy bien. Ruta del Sol - Colombia
Bolivia desde la soledad del Salar del Uyuni al bullicio de La Luego transité sobre las costas
Paz. Sobreviví al Camino de la Muerte, y luego llegué al lago cristalinas del mar Caribe haciendo
Titicaca y crucé al Perú. Viví un tiempo en la capital de los In- una pausa por unos días en Santa Marta, cambiando algo de
cas, el Cuzco, donde pude conocer sus templos (hoy ruinas). trabajo por cama y comida.
Cuando creí verlo todo después de varios meses entre mon- Finalmente llegó el momento de desandar el camino; empe-
tañas por sobre los 3.000 msnm, una bajada hasta el nivel cé la vuelta, entré nuevamente hasta el corazón de Colom-
del mar me dejó en Nazca descubriendo a los antecesores bia, a su capital. Desde allí, y por primera vez, fue otro el que
de los incas. Pedaleé entre sus líneas, seguí hasta el océano manejó: volé hasta Paraguay, donde luego de armar la bici
Pacífico y lo llevé a mi izquierda por un tiempo para luego nuevamente bajé primero pegado al río Paraguay y luego al
volver a subir a las montañas en Huaraz, donde cambié la Paraná en Argentina, pasando por Formosa, Chaco, Corrien-
bici por un piolet y me entretuve caminado por ellas. tes, Entre Ríos y finalmente Santa Fe, llegando a mi ciudad,
Un largo desierto me dejó a las puertas de Ecuador, donde Las Rosas, nueve meses y medio, y más de 10.000 kilóme-
me dispuse a atravesarlo por la selva en su mayor parte. En- tros después.
tregado al calor, las lluvias y la abundancia de colores. Dormí Al fin y al cabo, las distancias no son tan largas si son tran-
a los pies del volcán Cotopaxi y, no sin antes pasar por Quito, sitadas con calma, en partes y, sobre todo, disfrutando del
seguí rumbo al norte. camino.
Las consecuencias del viaje se vieron reflejadas en mis alforjas, Yupanqui sostenía que el camino se compone de infinitas
cada vez más pequeñas, y en mi sonrisa cada vez más grande. llegadas, a una flor, a un amigo, a un árbol, a un rincón.
Estaba entrando a Colombia, tierra de personas cálidas si las El camino recorrido paso a paso elimina el deseo de llegar y
hay. Fue una variación entre caminos desolados y grandes lo reemplaza por el deseo de transitar. Que, al final de cuen-
ciudades como Cali, Medellín y Bogotá. A medida que la iba tas, de eso se trata todo n
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